jueves, noviembre 30, 2006
Tema III. 5: La agricultura inglesa.
Los orígenes modernos de la “Revolución industrial” es una afirmación tradicionalmente aceptada por la historiografía, aunque no exenta de duras críticas por parte de autores del siglo XX, como consecuencia del uso de los términos “revolución” e “industria”, muy matizables si se produce un estudio en profundidad del proceso durante la Edad Moderna.
Con respecto a ello, en Inglaterra es observable un proceso de transformación económica en donde la agricultura tenía un peso considerable. Sus principales características son:
a) “Enclosures”: Proceso de cercamiento de tierras. Sus orígenes han de encontrarse en la Baja Edad Media, pero tendría su mayor desarrollo en la Edad Moderna (siglo XVI, en especial). Mejorarán tanto el rendimiento ganadero como el agrícola. Estos cercamientos provocarán un éxodo de parte de la población rural a la ciudad, pero a largo plazo favorecerán el desarrollo industrial inglés merced a una protoindustrialización dirigida por sectores campesinos, deseosos de encontrar nuevas fuentes de ingreso económico para mantener a la familia.
b) Vinculación entre agricultura y mercado: En las cercanías de Londres o Portsmouth se encuentran tierras donde los cultivos están directamente integrados en una red de producción asimilada a su posterior exportación mercantil.
c) Impacto de la inmigración neerlandesa: El larvado conflicto entre las Provincias Unidas y la Monarquía Hispánica se observa un flujo migratorio entre los Países Bajos e Inglaterra que supone, además de un aliciente demográfico, una asimilación nativa de las técnicas y cultivos originales del Continente.
Como anotación bibliográfica, los procesos de crecimiento agrario inglés durante la Edad Moderna han sido motivo de numerosos estudios monográficos, artículos específicos o publicaciones colectivas, ya que su tradicional calificación de “modernidad” y “triunfo” de las propuestas económicas más avanzadas dispuestas en el ámbito inglés le convertían en un claro antecedente de la Revolución Industrial (“enclosures”, participación de la “gentry”, capacidad productiva y vinculación a la manufactura y el comercio, etc). En la actualidad el debate historiográfico ha demostrado que existen más paralelismos que diferencias en este proceso entre Inglaterra y determinados espacios geográficos europeos, según las propuestas recientes del profesor Bartolomé Yun Casalilla.
Tema III: epígrafes 1-2.
Tema III. 1) Introducción: La agricultura y su proyección en el sistema económico.
La tierra, como factor de producción, encuentra durante la Edad Moderna un período de grandísimo desarrollo, como causa de su papel hegemónico en las tasas de ocupación humana (principalmente en la Europa más allá del río Elba, aunque también en el ámbito mediterráneo y atlántico) y en el montante total de beneficios y rentas de la actividad económica en toda Europa, al quedar vinculada a la agricultura las otras acciones productivas humanas, la industria-manufactura y el comercio.
El sustento de la población, elemento totalmente dependiente de la producción agraria, supone uno de los puntales del pensamiento económico moderno, ya que esta actividad podía generar junto a ello un stock de excedentes dispuestos a entrar en la economía de mercado (esta afirmación se encuentra en el sustrato ideológico del mercantilismo).
Como consecuencia de los factores climáticos y geográficos, la agricultura se ve limitada en numerosas ocasiones a un cultivo homogéneo de cereales, en especial trigo, avena y centeno, lo cual podía paliar la hambruna endémica de capas sociales de muchas regiones de Europa (la falta de estos alimentos produciría motines de subsistencia). Solo durante el siglo XVII y la siguiente centuria cambiaría esta situación, merced a la puesta en cultivo de tierras con otras simientes en estados más “avanzados” del mundo atlántico, como Inglaterra y las Provincias Unidas.
En estos primeros momentos de la Edad Moderna, los principales caracteres diferenciadores del sistema agrícola son:
a) Problemas con las tierras y las técnicas agrarias, que en general son herederos del medievo, aunque habrá un fenómeno de roturaciones en la primera mitad del siglo XVI y se mejoran ciertas tradiciones productivas (aperos, barbechos).
b) Ley de rendimientos decrecientes: Pese a una doblez de medios, no se consigue ampliar la productividad ni un ilimitado cultivo de tierras, ya que se perdería eficacia y espacios cultivables, agostándose por una mala gerencia de ellos.
c) Escasa producción de carne: Como sucedía en la Edad Media, los animales producen más en el caso de que no fueran sacrificados que si así lo fuesen. Es paradigmático el caso de la oveja, productora imprescindible de lana y leche, cuyo control dependía, en Castilla, del Honrado Concejo de la Mesta, y que suponía un retroceso para la actividad agrícola (la conflictividad ganaderos-agricultores llegará en ocasiones hasta las Chancillerías reales o a instancias del propio monarca).
Tema III. 2) El utillaje y las técnicas de la agricultura.
Los tiempos de la Modernidad no supondrán un cambio radical en el mundo de la agricultura y la ganadería (como sí ocurriría en las manufacturas y el comercio y finanzas). Entre las medidas más destacadas para potenciar la productividad agraria descuellan el cambio del elemento tractor tradicional, el buey, por la mula, mucho menos costosa de dirigir y alimentar pese a las desventajas aparentes por su fragilidad corporal. En el siglo XVII, sin embargo, en muchas regiones de Europa se vuelve a retomar al buey como factor de tracción. Por su parte, en los cultivos se da inicio a un uso mayor de simientes como el nabo o el trébol (agentes natural recuperadores de tierras demasiado explotadas), que poco a poco, se van abriendo espacio en los países atlánticos frente al monocultivo cerealístico.
Junto a estos avances, se hará un uso del barbecho según las teorías de las “dos hojas” y las “tres hojas”. Pese a la evolución de los tiempos, se rechazarían en numerosas tierras continentales el cultivo de la patata por motivos ideológicos y la utilización de otras técnicas o aperos mucho más desarrollados.
Es reseñable indicar las nuevas imbricaciones de la agricultura puesta al servicio de un sistema económico “de mercado”, gracias a su incorporación al incipiente capitalismo (evidencia financiera en el crédito agrícola, común en el siglo XVIII), en teoría favorecido el proceso gracias a la privatización de tierras o la venta de baldíos provenientes de las “tierras de propios y de comunes”, propiedad del ayuntamiento y del común concejil, respectivamente.
sábado, noviembre 25, 2006
Tema III. 4: La agricultura en los Países Bajos.
Los Países Bajos, entendidos como las Provincias Unidas surgidas de la revuelta antiespañola de 1568, poseen la calificación de “motor financiero” de Europa entre 1560 y 1660, como consecuencia de la disposición de sus élites oligárquicas y de su propia estructura social en pro del expansionismo colonial y del patrocinio de una actividad mercantil y bancaria muy intensa. Sin embargo, este desarrollo comercial y financiero de las Provincias Unidas posee en origen una base económica bien distinta, como será la agricultura.
El sector agrícola posee ciertas características que le convertirán en uno de los más avanzados de toda Europa:
- Técnica y mecanismos de producción avanzados (abonos, aperos de labranza, molinos de viento e incluso ingeniería destinada a arrebatar tierras cultivables al mar, los “pólderes”).
- Importación de cereal del Este de Europa (sobre todo de Polonia-Lituania) que cubre las deficiencias de su producción propia, y que además permite dedicar tierras a otros cultivos (especialización agrícola).
- Gran poder de adquisición comercial, lo que supone una agricultura vinculada al mercado (posibilidad mayor de ganancias y distribución productiva para un mayor rendimiento agrícola, cercano a 1 grano de trigo por 11 % de la media de producción de su agricultura).
Hasta 1550 se extendió el cultivo de cereal, con unas tasas de ocupación de la tierra productiva cercanas al 63 %; de allí se dejó paso a cereales mixtos y a la ganadería estabulada, lo cual mejoraba la posición de los campesinos con respecto a la disposición de excedentes alimentarios. Esto se entiende sobre todo por el modelo de distribución de la propiedad de la tierra, dividida casi a porcentajes iguales entre una oligarquía dirigente (tanto nobles como burgueses propietarios) y el campesinado, según una tácita y consuetudinaria tradición que favorecía el acceso a la tierra de aquellos que no participaban de este control de la tierra en la que se ejerce el trabajo propio.
Entre las aportaciones novedosas en la técnica agrícola, en los Países Bajos se potencian las rotaciones sin barbecho, de avena, trébol o lino, lo cual mejoraba las tasas de recuperación de la tierra cultivable, sin posibilidad de agotamiento a corto o medio plazo. Estas medidas suponían una relación directa entre la agricultura y otros medios productivos primarios (ganadería) y secundarios o terciarios (mejora industrial como los nuevos arados o los molinos de viento; puesta en venta de mercado de los excedentes agrícolas o importación de los deficitarios cereales), lo que lleva a pensar que la actividad económica ligada a un desarrollado y “quasi liberal” modelo político burgués supera con creces a la que se halla vinculada a unos régimenes autoritarios y marcadamente mercantilistas, tan extendidos en toda Europa en la Edad Moderna.
Tema III, 3 (Continuación): Servidumbre de la Gleba; Producción y Rendimiento económico; Motines de subsistencia.
a) Servidumbre de la Gleba.
La Edad Media europea se caracteriza por la puesta en marcha de un sistema económico surgido del mecanismo de servidumbre y adscripción a la tierra propiciado por una sociedad de corte feudal.
Las condiciones de rango económico y el propio medio físico y atmosférico de fines del Medievo en las tierras al este del río Elba (parte del Sacro Imperio, Polonia-Lituania, Hungría, principados rusos, Orden Teutónica…) tendrán como consecuencia un alza de precios de los cereales que impedirían la subsistencia vital del campesinado. Este encarecimiento de precios tendrá un consecuente decisivo para el devenir histórico de esta área: la servidumbre de la gleba.
Se trata de un proceso de sometimiento del campesino a la tierra que labran, propiedad de los señores feudales, tanto laicos como eclesiásticos, y que generará un descontento social patente, el cual se traducirá en continuos alzamientos de los desheredados contra sus opresores.
En este sentido, la puesta en trabajo agrícola de tierras hasta entonces no roturadas por la mano del hombre no tuvo en cuenta las condiciones pésimas de su naturaleza productiva, agotándose éstas hacia 1560, quedando inútiles para el cultivo de cereal o para la agricultura, enviando de nuevo a la miseria a numerosos campesinos.
Los problemas de las clases bajas para acceder a unos niveles medios de vida, o incluso de mera subsistencia, empujará a la masa campesina a una actitud de resistencia violenta contra el poder político o religioso, enmarcándose esta situación en un proceso de graves enfrentamientos en toda Europa por motivos religiosos o políticos derivados de la Reforma luterana (guerra de los Campesinos en el Sacro Imperio, 1525-26) o de la actividad centralizadora de los soberanos autoritarios (revueltas de las Germanías y de las Comunidades en Aragón y Castilla entre 1518 y 1521). Sin embargo, según Owers (2005), el Estado moderno podría superar estos cuestionamientos de su poder y del sistema socioeconómico imperante por medio de mecanismos de coacción derivados del ejercicio de su legislación y justicia.
b) Producción y rendimiento económico agrario.
Los medios de producción agrícola en la Europa de la modernidad no alcanzarían nunca una eficiencia total, elemento que se suma a la propia heterogeneidad de sus resultados en los diferentes marcos geográficos europeos.
Las tasas que se ofrecen para el conjunto continental se refieren a la equivalencia 1 grano de trigo por 4’5 %, un nivel relativamente bajo pero que no corresponde a todos los lugares por igual. Es reseñable el caso de Polonia-Lituania, considerado por tratadistas e investigadores antiguos y modernos como el “granero” del ámbito báltico y nordeuropeo, que poseerá unas tasas de producción asombrosamente elevadas si se comparan con las del mundo mediterráneo, a excepción de Sicilia.
Esta productividad agrícola eminentemente cerealística de la monarquía polaca o de la Sicilia española quedará vinculada con un comercio a gran escala de exportación hacia centros deficitarios o de producción secundaria como los Países Bajos o Inglaterra y la Monarquía Hispánica, Francia y los estados italianos, respectivamente, convertidos en centros de redistribución de los cereales, alimento básico de la dieta de los europeos de la Edad Moderna.
c) Motines de subsistencia.
Junto con los anteriores factores, conformadores de la actividad agrícola en los tiempos modernos, hay que mencionar brevemente un proceso muy extendido en toda Europa e inmediatamente relacionado con la economía y producción: los motines de subsistencia.
Fenómenos de diverso origen y finalidad, considerados como consecuencia de la carestía de productos básicos para la alimentación humana, por problemas climáticos y productivos, o por aspectos humanos como la especulación de excedentes alimenticios, tienen una importancia capital para el devenir de la sociedad y de la actividad política. En ellos se observa la manipulación expuesta por grupos sociales deseosos de participación activa en la dirección de la vida económica o política (derivación oligárquica de movimientos inicialmente populares, como las revueltas de Messina y Palermo o de Nápoles contra la Monarquía Hispánica a mediados del siglo XVII), aunque plasmasen un ideal de renovación social o de un reparto más equitativo del potencial económico de un Estado o comunidad.
Tema III. 1 (primera parte): Fisiocracia (orígenes y presupuestos teóricos).
Movimiento de teoría y práctica económicas desarrollado en el siglo XVIII en Francia, desde donde irradió a otros estoados cercanos, como España o ciertos estados italianos y alemanes. Se trata de una verdadera escuela económica que se ajustará a los intereses, en el caso francés, de la órbita de poder cercana al Estado (y con ello, conectada a la Ilustración).
Es escuela porque intenta teorizar sobre la economía pero sin dar ya una importancia mayor a la práctica sobre el pensamiento teórico, lo que se observaría en el mercantilismo. Se parte de teorías homogéneas surgidas de un esquema creado por François Quesnay y difundido por el pensador Nemours, aunque hizo partícipe de ellas a otros autores como Turgot, que ascendería social y políticamente gracias a las condiciones históricas de la Francia de Luis XVI.
La fisiocracia, como se ha indicado con anterioridad, se interacciona con la Ilustración, cediéndose entre sí ciertos puntos de vista o elementos ideológicos, plasmados en artículos de la Enciclopedia francesa o en la dimensión teórico-práctica común en relación al Despotismo Ilustrado.
Las condiciones económicas francesas diferían sobremanera de la de otros estados, como Inglaterra (ya marcadamente virada hacia presupuestos capitalistas que preludiarían el liberalismo de Smith), lo cual influiría sobre las consideraciones ante la tierra y la economía agraria. Se revaloriza el producto de la tierra y ella misma, que por ende supone un afianzamiento de los estamentos propietarios.
Otro factor decisivo para la aparición de esta escuela económica será la débil situación de la economía de Francia a comienzos del siglo XVIII, provocada por la política agresiva de Luis XIV, quien dejaría exhaustas las arcas del Estado y maltrecha la producción agrícola y el ciclo demográfico. Las características de esta crisis forjará un ideal fisiócrata fundamentado en la defensa de la naturaleza frente a la producción industrial-mercantil humana, como propondrían algunos epígonos de la Ilustración. En este sentido se potencia al agricultor frente al mercader como fuente de creación de riqueza, y se conectarán los sectores económicos secundario y terciario con el primario (agricultura y ganadería), que se sitúa a la cabeza del resto de actividades económicas del Estado moderno.
martes, noviembre 14, 2006
Las variantes nacionales del mercantilismo.
a) El caso español.
Durante los dos primeros siglos de la Edad Moderna se desarrollaría en España (y especialmente en Castilla) el “arbitrismo”. Término procedente de las presentaciones teóricas sobre los problemas que afectarían a la Monarquía, junto con sus particulares soluciones (los denominados “arbitrios”), supone un proceso vinculado al deber de consejo expuesto por la ideología medieval y modernista por parte de los súbditos, que obscurece un fin lucrativo, pues quien eleva el arbitrio desea una retribución pecuniaria por sus esfuerzos intelectuales, sobre todo si se llegan a poner en práctica por parte del Estado.
En sí, el arbitrismo es un conjunto heterogéneo de memoriales y proyectos (disparatados o frívolos, acertados y complejos) que conducirán a una consideración realmente baja ante la sociedad, como se desprende de la literatura de la época, sobre los ejecutores de este sistema teórico. Todo ello no evita que algunos de ellos (Ortiz, Moncada, Mariana y Martínez de Mata) obtuviesen el reconocimiento de sus contemporáneos y fuesen recordados en los siglos posteriores (muy posiblemente ésta sea la causa de la “rehabilitación” de los arbitristas por el pensador ilustrado Campomanes).
Respecto a la temática elaborada por los memorialistas castellanos, ésta se vincula especialmente con la decadencia de Castilla (abandono de los sectores productivos, guerras destructivas, presión fiscal exacerbada, salida de metal precioso americano hacia Europa), además de teorizar sobre el agrarismo, los problemas de la tierra y el “bullonismo”, elementos que de manera injusta hayan clasificado a este mercantilismo castellano como inferior o menos desarrollado al de Francia o Inglaterra (Herckscher).
El siglo XVIII abre un nuevo período para el devenir del pensamiento mercantilista español, que deja de lado al arbitrismo para apoyarse en el “proyectismo” como medio para acabar con el atraso económico español respecto a los países del ámbito atlántico. No es una escuela propiamente dicha, aunque sus partícipes tuviesen una serie de perspectivas similares y objetivos comunes (economía y administración americanas, así como la búsqueda del centralismo económico por medio del sistema radial de comunicaciones, tal y como propugnaba Bernardo Ward). El proyectismo era de raigambre proteccionista y poblacionista, derivando en su época terminal en una dura crítica de la estructura social de la España del momento.
b) El caso británico.
El pensamiento económico proviene de determinados aspectos económicos que se darán en la Inglaterra de los comienzos de la Edad Moderna, caso de los “enclosures”, o fenómeno de cercamientos de tierras (que supondría un excedente de mano de obra que será empleada en las manufacturas, así como los indicios de una industria complementaria por parte del campesinado), el apoyo al sector secundario y terciario para exportar productos manufacturados y conseguir moneda de oro y plata para fortalecer una balanza comercial favorable (en el siglo XVII serán autores como Malynes, Misselden y Mun quienes propusiesen este mecanismo como método de enriquecimiento estatal).
La orientación mercantil y bursátil de Londres durante la etapa de la Restauración (Carlos II y Jacobo II) así como en el período inmediatamente posterior, conducirá a un debate sobre los tipos de interés, aunque la puesta en práctica de algunas medidas condujesen a un repunte de la inflación, pues la situación externa era poco halagüeña y hasta entonces no se conocía el impacto de la puesta en circulación de excesiva moneda.
La praxis economicista convive con un proceso de teorización de la disciplina económica, como se comprueba en el afán de cuantificación del comercio y el intercambio, desechándose las antiguas medidas cualitativas (importancia de la “Aritmética Política” de Petty), un factor de influencia en el pensamiento francés de fines de siglo (Cantillon) y de la fisiocracia (Quesnay).
c) El caso francés.
Dentro de la evolución interna del mercantilismo francés hay que aludir al desarrollo de las manufacturas para saciar el creciente mercado de la propia Francia y obtener remesas del mercado exterior. La autosuficiencia agraria e industrial (autarquía) es el otro puntal de la economía francesa, sumándose a ello el proteccionismo estatal para asegurar este proceso económico.
Jean-Baptiste de Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV durante la segunda mitad del siglo XVII, y los teóricos Laffemas y Montchrétien otorgarán en su pensamiento económico una gran importancia a la práctica de la economía, a la par que el mercantilismo transalpino se muestra poblacionista y alejado del ideal cristiano de la pobreza, potenciando la puesta en marcha del comercio y de los juegos "de cifra 0".
El énfasis autárquico se basa en la regulación industrial, el intervencionismo estatal y el expansionismo colonial (obtención de materias primas y quiebra del monopolio español y portugués en los contactos comerciales con determinadas áreas), como un mecanismo de fortalecer la Monarquía absoluta del Rey Sol.
Pero, ¿hasta qué punto es economía la actividad mercantil y productiva en la Francia de Luis XIV, o es política la práctica económica francesa del período? La interacción directa de ambos elementos es patente a fines del siglo XVII, y como prueba de su fusión se sitúa la obra de pensadores y políticos como Cantillon y Vauban, importante ministro e ingeniero del soberano Borbón durante los últimos años de su reinado.
a) El caso holandés.
Adecuadas las ideas económicas al comercio y las prácticas bursátiles, merced al florecimiento de ciudades como Ámsterdam, durante el siglo XVII, las medidas intervencionistas estatales radicales se hacían poco viables.
Dos de los más importantes pensadores del momento formularán una serie de situaciones económicas y teorías prácticas de gran calado para el devenir de las Provincias Unidas y su economía:
Por su parte, el judío sefardí Joseph de la Vega publicará en 1668 su libro “Confusión de Confusiones” en donde se otorga a la bolsa un papel primordial en el pensamiento holandés del período.
Hugo Groccio, o Grotius, plantea en su actividad como historiador, jurista y politólogo de primera línea una serie de propuestas económicas que generarán un avance en la concepción del mercantilismo. La doctrina más evolucionada será la libertad de navegación, negociación y comercio con las Indias (en un momento de tregua con la Monarquía Hispánica), como se expone en su panfleto “Mare liberum” (1609), preludiando con ello la concepción básica del liberalismo económico del siglo XVIII.
domingo, noviembre 05, 2006
Bloque 2.2. Ideas generales sobre el mercantilismo en la Edad Moderna.
Existe una problemática con respecto a la valoración del proceso conocido como “mercantilismo” en las diversas escuelas económicas desde la propia Edad Moderna, pero sobre todo, en el siglo pasado. En sí, como aspectos generalizadores, se trata de un conjunto de elementos y factores económicos que se desarrollaría durante toda este amplio espectro temporal, aunque su floruit correspondería a los siglos XVI y XVII, en un período en el cual no existía una “escuela económica” propiamente dicha. Asimismo constaría de una vertiente teórica (Bodin, Azpilcueta, Moncada…), y otra práctica (monopolios estatales como la Casa de Contratación sevillana o las Compañías de Indias británica, francesa y holandesa), íntimamente relacionadas entre sí.
Factores comunes entre sí, lo que permitiría a ciertos autores hablar de un movimiento autónomo pero en la praxis unitario, será el “proteccionismo e intervencionismo estatal” en la panorámica mercantil e industrial (monopolio y autarquía, aunque no siempre únicos en un mismo período o en un lugar determinado); por un espíritu “poblacionista” (la riqueza del país depende de su población); y por el “bullonismo” (balanza comercial favorable gracias al citado monopolio de industria y comercio, o por la atracción de metal por medio de exportaciones y el comercio exterior).
La Monarquía absoluta moderna ha de intervenir en la actividad económica por medio de la legislación y por el apoyo del desarrollo de las oligarquías urbanas (en especial, la nobleza), que favorecerá su desarrollo financiero, es decir, las reservas fiscales para mantener su alto tren de vida y el propio sistema estamental que sustentaría el Estado absoluto. Todo ello se conseguirá por medio del aumento de los ingresos fiscales directos e indirectos (impuestos, enajenaciones, secularizaciones…), o del control de la producción propia o el recurso a los aranceles, monopolios coloniales y la autarquía, que favorecerían el mantenimiento del sistema intervencionista estatal.
Como se comentó con anterioridad, el término “mercantilismo” no hace alusión a una escuela económica tipificada o firmemente establecida en los ámbitos económicos de la Europa moderna y sus posesiones coloniales. Será un concepto acuñado por la historiografía liberal del siglo XIX, en un sentido peyorativo. Será por medio de la influencia de la política bismarckiana cuando se transmute en una consideración positiva, como se observa en la figura del economista conservador alemán Roscher. Avanzando el tiempo, el economista sueco Herckscher teorizará sobre el mercantilismo, ya como una escuela, conjunto de ideas y sistema de poder y aglutinamiento nacional, destacando en torno a ello la precariedad de medios empleados frente a lo interesante de las propuestas teóricas (muy posiblemente bajo la influencia de las consecuencias de la I Guerra Mundial y del Crack de Wall Street en 1929). Será con Viner, profesor en la Universidad de Chicago tras la II Guerra Mundial, cuando se abra una discusión en torno a la consideración del mercantilismo como escuela en la mayor expresión de sus términos, algo que será tratado en 1969 por Coleman (negación del mercantilismo como escuela) o por Magnusson, en 1994, que retomaría las pautas iniciales sobre el mercantilismo como escuela, o al menos, como agrupación de ideas económicas similares en la Europa moderna.
Sin embargo, las ideas generales o comunes del mercantilismo no son iguales en todo el conjunto europeo, tal y como se podrá observar en las teorías económicas de países tan diferenciados como España (o Castilla), Inglaterra, Francia y las Provincias Unidas durante este lapso de tiempo.
Bloque 2. 1. Ideas expuestas en clase sobre la herencia del pensamiento económico medieval en la economía moderna.
Las teorías económicas del siglo XVI no surgieron de la nada, sino que poseen una innegable influencia del pensamiento de la Baja Edad Media, eminentemente cristiano y con una orientación no tanto práctica, como sí teológica o social. Dentro de estos factores medievales tienen fuerza tanto el Derecho Romano como la Tradición hebrea, capaces de justificar con sus tesis el ordenamiento jurídico (poder absoluto del monarca, división estamental de la sociedad, papel de la religión en la convivencia humana) y económico (trabajo no como lucro, sino como obra al servicio de Dios, rechazo de la usura) de la Europa medieval.
Será a fines del siglo XV cuando las fluctuaciones económicas, el descubrimiento de nuevas tierras y el avance de un pensamiento crítico hacia muchos de los puntos básicos del mundo moral cristiano pongan en evidencia el desarrollo de una nueva conciencia económica que sienta las bases del mercantilismo moderno.
Figuras clave para esta transición de las mentalidades serán Erasmo de Rotterdam, Juan Luis Vives o Pérez de Herrera, quienes llevan a la práctica una serie de debates teológicos, morales o, simplemente, humanísticos en donde la presencia de las teorías de la “Imitatio Christi”, la búsqueda de la salvación colectiva y el rechazo de la riqueza o el papel de la pobreza (asistencia a los pobres, mantenimiento, trabajo y lucro en torno a ella) en la sociedad tenían un papel primordial.
Un postulado capital para conocer el devenir de conceptos básicos para la historia económica durante la Edad Moderna será el “trabajo” (la “labor” latina). La tradición cristiana lo juzgaba positivo, siempre que nunca tuviese como fin último el enriquecimiento humano frente a los otros, ya que la finalidad vital del hombre sería el alcanzar la gloria para con Dios en el mundo de más allá de la existencia material (en todo ello tiene gran importancia la exégesis medieval sobre las obras epistolares de San Pablo). Ante todo ello, la concepción religiosa mantenía vigente la crítica hacia la usura, actividad reprochable tanto por sus connotaciones económicas como religioso-raciales (alusiones directas al mundo judío, tan odiado por el propio Erasmo, como se observa en sus escritos). Sobre ello se teorizará tanto en el marco moral como en el económico por la denominada “escuela de Salamanca”, durante el siglo XVI, bien estudiada por el profesor Vigo.
Para conocer en profundidad las teorías medievales que ejercerán una notable influencia en el pensamiento económico inmediatamente posterior, es preciso analizar, al menos someramente, los ideales de Santo Tomás de Aquino y de Nicolás de Oresme.
En primer lugar, Santo Tomás de Aquino (1225-1274) realiza una ingente actividad como teórico de la “escolástica” cristiana, capaz de unificar en una misma síntesis las tesis de Aristóteles y el pensamiento griego junto con las Sagradas Escrituras (tal fue su éxito, que estas ideas pervivirán hasta bien entrado el siglo XIX en el mundo católico como pautas de pensamiento filosófico). Respecto al plano económico, reflexionará sobre los incipientes cambios económicos del siglo XIII, tales como el reinicio de la economía de mercado, el desarrollo de los gremios, y el nacimiento de la problemática surgida sobre los precios y los salarios. Sobre todo ello, Santo Tomás indica que para evitar discusiones sobre el control de los precios por la organización gremial, considerado pecaminoso y fraudulento (“Summa Theologica”, secc. 77), era preciso alcanzar el “precio justo”. Por otro lado, los intereses, su cobro y el beneficio dependiente de ello, dentro de un marco temporal y geográfico que preludia la aparición de la banca moderna, chocan con la férrea moralidad cristiana propuesta por el santo de Aquino, la cual genera una idea pecaminosa que con altibajos (reforma protestante, expansión mercantil transatlántica, éxitos comerciales europeos) se mantendría hasta el triunfo del liberalismo económico.
Por otro lado, el obispo francés Nicolás de Oresme (1325-1382), eminente humanista de primera hora y teórico aristotélico-tomista, juzga una serie de factores económicos no tratados por Santo Tomás y que poseían una gran importancia para el buen funcionamiento de la economía y la moralidad de la Europa cristiana del momento. Considera que el soberano, en pleno ejercicio de su poder absoluto procedente de Dios, ha de favorecer el comercio, imponiendo leyes proteccionistas cuyo fin último correspondería el incentivar la economía nacional. La reflexión sobre el papel de la moneda (cuidado estatal de la acuñación, circulación y valor de la moneda, poseedora de valor intrínseco), y la crítica hacia los malos usos de la moneda (usura, alteración monetaria, lucro a partir del cambio, custodia y tráfico), llevan a valorar la importancia de este pensador bajomedieval con respecto al futuro proceso económico mundial conocido bajo el término generalizador “mercantilismo”.
sábado, noviembre 04, 2006
Sobre la exposición mensual: ideas e hipótesis.
La exposición mensual del proceso de elaboración de los trabajos temáticos de la asignatura Historia Económica de la Edad Moderna, del día 3 de noviembre de 2006 ha sido un paso importante para comprender los mecanismos de trabajo por parte de los diversos grupos (Grupo Comercio, Grupo Industria, Grupo Iglesia), pero además ha servido para plantear una serie de consideraciones sobre la materia planteada.
Ha sido especialmente grata la elaborada explicación del representante del Grupo Industria con respecto al mundo de los gremios, su organización, la diversificación formal (industria gremiada, dispersa y concentrada), así como su funcionamiento interno, en especial, con respecto a las labores asistenciales (verdadero complemento a la acción caritativa llevada a cabo por diferentes órdenes y ministerios eclesiásticos).
Pero sin duda, el comentario relativo a la abierta oposición durante determinados períodos de la Edad Moderna entre los oficiales y los maestros, que derivaría en una escisión y creación de un gremio paralelo, hace valorar una serie de elementos que, para quien esto escribe, conducen a una hipótesis ciertamente arriesgada, pero no por ello totalmente errónea.
Si se parte de los presupuestos del “Materialismo Histórico”, ¿esta conflictividad manifiesta contra un monopolio legislativo y productivo puede favorecer un avance del capitalismo, y con ello, del libre mercado y de medios productivos? La lucha de clases, postura fundamental del marxismo, ha sido considerada como un mecanismo para el cambio social, productivo e histórico; antes de la renovación teórica del marxismo hace, aproximadamente 40-50 años, los dos grupos enfrentados serían la clase oprimida (véase proletariado, campesinado, esclavos, siervos…) y los dirigentes de una sociedad hecha a su medida; sin embargo, la obra de Ludwig Lachmann (es clave su Capital and its structure, Londres, 1956) muestra como el mecanismo de avance histórico sólo podía haberse dado entre quienes poseían un nivel económico, político y social holgado. Por tanto, antes del ataque frontal de la burguesía liberal y de los principios ilustrados o del librecomercio, ¿la dualidad opuesta entre estos grupos poseedores de un poder productivo supondría un atisbo de liberalización del modelo gremial? Es una incógnita manifiesta, pero puede abrir un interesante debate entorno a esta cuestión.
jueves, noviembre 02, 2006
Bloque I (Repaso de las ideas esenciales comunicadas en la clase).
Para iniciar un estudio profundo sobre la economía en la Edad Moderna es preciso mostrar cuáles son los principales factores que han llevado a los investigadores a delimitar su campo de acción o su propia definición como materia independiente, así como glosar brevemente las principales escuelas historiográficas vinculadas a este estudio.
Será en el siglo XVI cuando la moneda, la inflación, la riqueza, el mercantilismo, aumento demográfico, así como otros términos o factores económicos conduzcan a autores o economistas de la talla de Martín de Azpilcueta o Jean Bodin a teorizar sobre los cambios que en el mundo europeo vendrían produciéndose (convivencia de tesis medievales con otras más modernas, nuevos mercados en América y Asia…), aunque todavía bajo la influencia de factores externos, como la religión o la política.
Avanzando el tiempo, con el impulso del estudio de la economía con la revolución liberal (siglo XIX), se empieza a vislumbrar su carácter autónomo y su influjo en otras materias científicas. La economía se sacude del peso de la religión o de su sumisión hacia el poder político, en lo que el "Positivismo" tendrá un papel fundamental (vigencia del dato como fuente de objetividad y rigor historiográfico; influencia del “nacionalismo” histórico de Von Ranke). El crack de la Bolsa de Wall Street en 1929, la crisis económica de la década de 1930 y la gran catástrofe que supuso la II Guerra Mundial, serán puntos de partida para una renovación en el estudio de la historia. En este sentido se encuentran dos reacciones, la “École des Annales”, originada en el ámbito de estudio geográfico y vinculada al de la historia (sobre todo económica) por el profesor francés Marc Bloch, y el “Marxismo Británico”, cuyo principal órgano editorial será la revista “Past and Present”.
De la mano de Fernand Braudel, la “Escuela de los Annales” conseguiría un puesto predominante en el mundo universitario francés, español, y de otras naciones del Viejo Mundo. Según este autor, se ha considerado necesario el establecer una división del tiempo histórico en tres momentos: largo, medio y corto (sobre este sentido es preciso consultar la entrada “Historia versus Economía. La "discontinuidad" de Fernand Braudel”). El poder de esta escuela ha derivado en una limitación de su aceptación en la actualidad, ya que el análisis económico había arrinconado a otras materias, como la política o el pensamiento, pese a lo cual todavía persisten ciertos postulados suyos en la obra de investigadores como Bartolomé Bennasar.
En segundo lugar se sitúa el “Marxismo Británico”. Aparecerá en el mundo docente y de investigación para dar una explicación a los problemas surgidos del estudio de la transición del feudalismo al capitalismo (debates Dobb-Sweezy en torno a la lucha de clases entre burguesía y proletariado, con al base del crecimiento poblacional y la demanda de productos). Las tesis marxistas darán un paso adelante, evolucionando con investigadores como R. Brenner, quien reformularía las pautas de estudio de seta escuela en los años ’70 en torno al conflicto social, el “motor de la historia”, teorías que seguirán autores como Lachmann, quien llega a afirmar que las luchas solo se podrán dar entre las élites, las poseedoras de medios.
Conforme se desarrollaban las últimas décadas del siglo XX aparecerían escuelas historiográficas que influirían en el estudio de la economía del mundo moderno, como el “Postmodernismo”, la “Nueva Historia Política” y la “Historia de las Mentalidades”, que aunarían elementos y factores de estudio para obtener nuevos presupuestos históricos. Mención especial merecerá la denominada “Cliometría”, escuela norteamericana heredera última de presupuestos positivistas como el dato y el valor de al estadística (en este sentido hay que consultar la obra de Conrad, Meyer y Fogel). En ella tienen vigencia valores contraactuales y un uso, a todas luces, excesivo de la imaginación en el estudio histórico, por lo que ha sido duramente criticada por las otras escuelas vigentes en la actualidad.