domingo, enero 14, 2007

Tema V. 6: El desarrollo comercial en el siglo XVIII, las colonias y las compañías.
A lo largo del siglo XVII se genera una situación política, económica, social y cultural que sienta las bases de los futuros cambios del Siglo de las Luces. En este sentido se observa la evolución de un grupo social determinado, la burguesía, que producirá la génesis de un pensamiento liberal y librecambista germen de la futura teoría política de autores como Voltaire, Rousseau o Condorcet, así como las tesis de economistas y demógrafos de la talla de Adam Smith, David Ricardo o Malthus.
*De las Compañías comerciales a las Asociaciones de comerciantes.
Para este desarrollo conviene citar la pervivencia y expansión de las compañías comerciales, surgidas en el siglo XVII en países como las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia, cuyo modelo será copiado por los más diferentes países del área báltica (Prusia, Dinamarca, Suecia…), de Centroeuropa (la famosa compañía austriaca con sede en Ostende) e incluso en España, con las conocidas empresas particulares, aunque controladas a fin de cuentas por el Estado, Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (en Venezuela), Compañía de La Habana (Cuba) y la Compañía Catalana (Manila)[1]. Todas ellas están inspiradas por los respectivos gobiernos, quienes además solían participar o controlarlas, por medio de ayuda legal, financiera o militar. Se encargarán de reproducir las estructuras administrativas estatales en el territorio, a cambio de la explotación económica de aquél, cesión del Estado.
A partir de las décadas de 1760 y 1770, las compañías comerciales entran en problemas graves, debido a la expansión del librecambismo (en el caso español es reconocible, ya que se concederán prerrogativas a ciertos puertos de la península ibérica para el contacto comercial directo, sin necesidad de pasar por Cádiz, sede de la caduca Casa de Contratación), por el cese del crecimiento económico europeo a causa de las sangrientas guerras coloniales y europeas entre 1700 y 1763… Otros factores de importancia para el decrecimiento del poder de estas compañías se encuentra en:
a) Su origen supone restricciones por parte del Estado, ya que se obliga a su supeditación a los intereses y políticas estatales.
b) Los gastos provocados por el control del territorio no serán capaces de ser sufragados por las compañías sin problemas.
c) Tras la Guerra de los Siete Años (1756-1763) los gobiernos hacen partícipes a las compañías de los gastos provocados en el conflicto, ya que se había demostrado el enriquecimiento de aquéllas a costa del comercio con los contendientes, sin observar su bando.
d) Las limitaciones adquiridas a lo largo del periodo, sobre todo a nivel territorial, provocan su estancamiento.
e) Las compañías derivan en grandes construcciones burocráticas, lentas y anquilosadas, por lo que hacia 1770 la iniciativa será llevada por comerciantes privados.
Mientras que se produce el declive progresivo de las estructuras mercantiles de las Compañías Comerciales coloniales, a lo largo del siglo XVIII va a tomar impulso una serie de asociaciones de comerciantes privadas, sin ayuda del Estado, a partir de un capital originado de la fortuna de familias burguesas acaudaladas (en Gran Bretaña también serían partícipes de ello diversos miembros de la nobleza). Entre sus principales características se observa su fácil asociación a otras compañías mercantiles, así como en su capacidad para constituirse y disolverse, además de potenciar una libertad de espacios y mercancías, no limitados por las exigencias de la administración estatal.
*El comercio con América.
Respecto a la América del periodo, en ella se dejan ver una serie de reformas de distinto calado, desde la “liberalización” del mercado esclavista como consecuencia del Tratado de Utrecht, hasta las medidas administrativas y económicas de los soberanos españoles de la casa de Borbón (especialmente Fernando VI y Carlos III) y la génesis de un estado libre, independiente y “revolucionario” en diversas materias, es decir, los Estados Unidos de América.
Por tanto, América atrae la mirada de las nuevas ideologías, como ya se ha indicado, aunque todavía pesa el monopolio de las diferentes metrópolis sobre sus colonias (motivo de las posteriores independencias, tanto para los territorios de Gran Bretaña como para los de Portugal y España). Los cambios más notorios se encuentran en el caso de la producción agrícola especializada (melaza, azúcar, cacao, café, algodón…) y la industria derivada de ello (destilerías de ron, ingenios azucareros, industrias textiles algodoneras…), eminentemente en el área del Caribe y en las costas atlánticas del continente. En este avance productivo, la inversión de particulares y de las citadas compañías comerciales supondrán un factor verdaderamente decisivo.
*El comercio con Asia.
Otro foco de importancia para el conocimiento de las estructuras comerciales mundiales del siglo XVIII se corresponde al continente asiático. Hasta 1760-1770 se proseguían con los patrones y nexos comerciales tradicionales; sin embargo, a partir de estos años, la explotación económica de ciertos territorios bajo dominio británico o neerlandés (India, Indonesia) se vinculará a plantaciones extensivas de productos agrícolas destinados al consumo occidental, como el té o el opio. A estos cambios se ha de sumar la apertura de nuevas rutas de comercio, terrestres en este caso, por medio del interés del imperio Ruso en hacerse un espacio en este lucrativo mercado, y la lenta comercialización de espacios costeros de China, por medio de los intercambios reglados en Cantón por las autoridades manchúes. Sin embargo, la relación y balanza comercial es desfavorable a los estados y comerciantes asiáticos, ya que recibirían plata (allí parará el 35 % de la plata extraída de América) a cambio de la exportación de especias, tintes, sedas, cafés, té, nitrato…
*El comercio en Europa.
Por su parte, el comercio entre las diversas regiones y estados de Europa mantiene una dicotomía entre la continuidad tradicional de mercados y negocios, y la creación de nuevas redes de intercambio y su expansión hacia espacios más apartados, como Rusia o las tierras balcánicas arrebatadas por Austria al imperio Turco. Respecto a los productos comerciales, se mantiene la exportación de productos agrícolas y productos derivados manufacturados (cereal, vino) hacia las tierras del centro y norte de Europa, centros de producción siderúrgica, textil y de fábricas destinadas a un uso militar, naval sobre todo.
Otro aspecto de importancia dentro del circuito europeo será el desarrollo de redes financieras, más densas y complejas, resucitando la figura del comerciante-banquero renacentista, aunque adaptado a los nuevos tiempos e ideas, primero proteccionistas, y posteriormente librecambistas. Junto a este personaje, está asociado a él la potenciación estatal a las ferias, ahora mucho más especializadas y centralizadas, como se observa en el caso de Frankfurt, una de las sedes financieras más importantes de la Europa del siglo XVIII.
[1] El origen primitivo de, al menos, la teoría sobre la necesidad de crear una serie de compañías de comercio al estilo holandés y, con ello, abrir el comercio con las Indias y España a comerciantes extranjeros y revitalizar la economía española se encuentra en las ideas del secretario de Despacho Universal y futuro consejero de Indias, Manuel Francisco de Lira y Castillo, según se desprende de un memorial de 1690 (LYNCH, J., Los Austrias (1598-1700). Barcelona, 1993, pp. 368-369).